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El hombre se acuesta tarde. No sabe si es una manera de combatir el insomnio, pero hace años que dejo de tomarlas. Da vueltas en la cama. Se tapa y se destapa enredándose entre las sabanas y el viejo edredón. Prende la televisión, comienza un riguroso zapping. Cuatro, policial del ochenta. Cinco, señal de ajuste. Diez, pastores brasileros. Doce, más pastores brasileros. En menos de quince segundos la apaga. Maldice por lo bajo. Piensa en contratar el servicio de cable, el mes que halla promociones, así las noches serán mas cortas. Comienza a tocarse, pero desiste al instante por encontrarse demasiado cansado para esas cosas. Prende la luz. Enciende un cigarro. Se levanta y da un paseo por la casa. Hace frió y no lleva mas que unos calzoncillos gastados. Empieza a toser y vuelve rápidamente a la cama. Prende nuevamente la televisión, ya no están los pastores. Son las cuatro de la mañana. Nada parece que pueda cambiar el desenlace final de esa noche, como de tantas otras. El hombre ya esta acostumbrado a pasar largas noches en vigilia, para levantarse, sin haber pegado un ojo, e irse a trabajar. Se levanta de la cama, esta ves mas abrigado. Dispuesto a tomar una ducha que lo ayude en la eterna espera, antes del resplandor. Debía estar en la tienda a las siete de la mañana. Un capricho del hombre abrir a esas horas, cuando nadie se aparecía hasta pasadas las diez. Parecía que a nadie le interesaba ya comprar corbatas italianas, esto el hombre no podía comprenderlo aun. Cansado, mueve su flaco cuerpo hacia el cuarto de baño. Se quita la ropa, hasta quedar totalmente desnudo. Siente un aviso de su cuerpo, lo escucha. Se decide a movilizar sus intestinos, se sienta, caga, tiembla de frío. Levanta la vista y se ve su reflejo en el espejo. No ve nada nuevo, su rostro, flaco, ojeroso, la cabeza casi pelada y su torso completamente desnudo. Recuerda como ha ido perdiendo el pelo de su cabellera y le resulta extrañamente gracioso. El olor a mierda comienza a inundar la habitación. El hombre encuentra su lugar, lo que tanto había deseado. Sentado en el inodoro, desnudo, con la mierda omnipresente, duerme, duerme como no lo hacia desde niño. Duerme y sueña con hermosos parques y jardines encantados, habitados por unicornios y mariposas gigantes. La vida es bella, es feliz, solo duerme, solo sueña… Ese día nadie se pregunto porque no abría la tienda.
“Quisiera estar en todas partes y no me muevo nunca de casa. Lo querría acaparar todo y en realidad todo me es indiferente. Querría tener dinero y a la primera dificultad me vuelvo atrás. Querría, querría... ¿querría qué?Con este temperamento ¿qué podré hacer en la vida? ¿Haré algo más que charlar, pasar, vagar, deliberar, huir? Me pasa lo mismo que a aquel hojalatero de Palafrugell que un día me decía: ¿Sabe lo que hago cuando no me tengo de trabajo, cuando me acosan por todos lados? Pues ahora se lo diré: me voy a dormir.”:: Josep Pla (1897-1981 ) / El cuaderno gris